Las universidades, en una sociedad democrática moderna-representan mucho más que una institución pública. Si bien son instituciones que forman los futuros profesionales y se da cumplimiento con el derecho ciudadano a la educación, son ante todo escenarios donde se aspira a la construcción libre de ideas, al desarrollo intelectual y cultural de la sociedad en la que se inscriben; es decir, son espacios vivos de debate y muestra precisa del carácter social y político de su entorno. Por ello, un rasgo común a cualquier dictadura o autoritarismo es el cierre de las universidades y la persecución a los universitarios, al mismo tiempo que un rasgo común de las sociedades democráticas y revolucionarias es el impulso de las universidades como punta de lanza del avance cultural e intelectual de los pueblos.
Al mirar el interior de las universidades se encuentra un «valor agregado»: el hecho de tener como sujeto mayoritario de su comunidad a los jóvenes en formación, que conjugan su afán de conocimiento con la crítica y la rebeldía que les son naturales.
Cuando se mezclan todos estos elementos se puede entender mejor por qué las universidades son fuertes escenarios de acción política en sociedades como la nuestra, donde las precariedades sociales, económicas y políticas hacen de la universidad, entendida como se ha descrito, un fuerte escenario de crítica y construcción de alternativas.
Es por esto que la contrarreforma neoliberal a la educación superior alcanza
otras connotaciones. No es el «normal» ejercicio privatizador al que este modelo nos tiene acostumbrados. Si mantenemos a la vista el carácter autoritario y represivo del proyecto uribista de Estado, se puede entender que la privatización de las universidadeses un golpe directo a la cultura, a la rebeldía, a la autonomía
como primera condición para el pensamiento crítico; es el cercenamiento de las ideas condenando a las universidades a ser simples instituciones formadoras de profesionales mediocres que el mercado pueda absorber rápido y barato, es una condena a la pobreza material e intelectual de la sociedad colombiana.
Todo el esquema privatizador de las universidades, la desfinanciación, las reformas académicas y administrativas, y las reformas estatutarias, así como la violación constante de la autonomía como regla general, es idéntico al esquema que se viene implementando para la privatización de la educación en cualquier parte del
mundo. Lo particular del caso colombiano es que esta contrarreforma le
es funcional al proyecto de Estado autoritario de Uribe, así como la persecución
a los universitarios, que en los últimos dos años ha dejado 10 estudiantes ejecutados extrajudicialmente, más de 50 desplazados
y al menos 16 universidades bajo amenazas de los paramilitares.
Es ante esto que los universitarios se han levantado de manera decidida desde el inicio del gobiernouribista, constituyéndosehoy por hoy en uno de los sectores
más dinámicos de la resistencia y con mayor capacidad de movilización social. Pero es necesario que esta resistencia se ligue a la lucha por los cambios de fondo en el país, entretanto los intentos de contrarreforma no cesarán hasta que no se derrote el proyecto uribista; una verdadera universidad pública, autónoma, financiada por el Estado, incluyente y de calidad, no se alcanzará hasta no garantizar la democracia en Colombia.
En las universidades la resistencia crece. Es necesario que los intelectuales y demócratas del país asuman su papel en defensa de la universidad pública y se sumen a la resistencia; que las organizaciones sociales y sindicales rodeen alos universitarios y que estos últimos se sumen a los esfuerzos de
cambio teniendo como perspectiva la construcción de una universidad para la democracia.
DIEGO MARIN, Estudiante de la UNIVERCIDAD NACIONAL,
y Miembro de la ACEU COLOMBIA.
Tomado del SEMANARIO VOZ 14 MAYO 2008.
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