Los 40 años de la denominada Revolución de Mayo del 68, es un acontecimiento que no ha pasado desapercibido. Se han escrito decenas de libros, artículos de
prensa, informes especiales en radio y televisión, se hacen muestras retrospectivas de cine, conferencias, exposiciones de fotografías, se reviven viejas controversias ideológicas.
Algunos sostienen que el Mayo de París, que como un reguero de pólvora se extendió por Alemania, Inglaterra, Italia, Japón, Estados Unidos, Checoslovaquia,
América Latina, fue una verdadera revolución. Otros sostienen que, por el contrario, no pasó de ser una revuelta estudiantil, idealista, soñadora,
y en todo caso frustrada, que no logró estremecer los cimientos del Establecimiento.De alguna manera tiene tanto de revuelta estudiantil como de revolución social. Y tanto de proyecto frustrado en algunos casos, como de epopeya imperecedera que cambió la faz del mundo occidental, que no volvió a ser como antes.
Para el analista Amador Fernández Savater, se han dado por estos días al menos dos lecturasde los acontecimientos de mayo del 68. Una lectura despolitizadora, y una lectura militante.
Arrepentidos La primera, estimulada por los grandes medios de comunicación occidentales, asegura que se trató sólo de un conflicto generacional, de una revuelta hormonal de los estudiantes, de un intento exitoso de modernización cultural.
Este enfoque es propalado por los arrepentidos de la crítica social, entre ellos no pocos líderes de la época, hoy apoltronados en cómodos puestos burocráticos.
Daniel Cohn-Bendit, dice en entrevista en El Tiempo: «Olvídense ya de Mayo del 68». «¡El 68 está enterrado entre los adoquines, incluso si esos mismos adoquines hicieron historia y generaron un cambio radical en nuestras sociedades!»
La lectura militante de Mayo del 68 se remonta a las largas trayectorias de lucha posteriores, que son capaces de orientarnos en los tiempos confusos que vivimos. Que sirven de puente con las luchas actuales.
Punto de convergencia En esa perspectiva, las jornadas de Mayo tienen mucho que ver con el presente, con un renacer de la conflictividad social, que hoy se expresa en la convergencia de movimientos vigentes en el Foro Social Mundial, en la lucha contra la guerra en Irak, en los movimientos contra la globalización
neoliberal, en las reivindicaciones de los inmigrantes, de los movimientos ecologistas, de los afrodescendientes, de los que abogan por una libre opción sexual.
Un punto de convergencia de los diferentes actores de la Revolución de Mayo, fue la solidaridad con el pueblo vietnamita y contra la guerra. Vietnam era un faro. Pero estaban también el Chile de Salvador Allende; la epopeya del Che, el guerrillero heroico; las luchas por los derechos de los negros lideradas en Estados Unidos
por Martin Luther King; las luchas estudiantiles en la Plaza de Tlatelolco, en México.
Recomponer estrategias Vietnam estimuló movimientos de liberación nacional que propiciaron procesos de descolonización que cambiaron para siempre la faz de los
países del Tercer Mundo. No fue, pues, Mayo del 68 un extraño caso de histeria contracultural, una mera expresión hormonal juvenil. Ni Europa ni América volvieron a ser iguales, desde entonces.
Una lectura realista de los acontecimientos de París y de Europa de hace cuatro décadas,nos llevaría a repensar el papel de los movimientos de izquierda en nuestros países, a recomponer estrategias y enfrentar la arremetida ideológica
de las burguesías. A examinar el papel de la juventud, que en Chile se lanza a las calles por reivindicaciones democráticas, mientras en Venezuela se presta -como en el último referendo- de vehículo para la contrarrevolución.
A pesar de la historiografía oficial, de los sepultureros de la revolución, la agenda social se renueva, se nutre de nuevas experiencias libertarias, como
en los procesos emancipadores que hoy recorren América Latina. ¡El fuego que encendió la antorchade Mayo del 68, todavía no se apaga!
EL MAYO FRANCES DEL 68.
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